Geología y arte se funden en el Museo de Molina a través de la obra de Martín Mendieta
viernes 31 de julio de 2015, 14:37h
La sala de Evolución Humana del Museo de Molina de Aragón acoge, hasta el 31 de agosto, una colección de obras seleccionadas del escultor molinés, Martín Mendieta, en la que las principales rocas del Geoparque cobran formas de ensueño
El Museo Comarcal de Molina contiene en su claustro una columna estratigráfica en forma de fuente, que recoge las principales rocas del Geoparque, de las más antiguas, las cuarcitas y pizarras, con alrededor de 450 millones de años de antigüedad, en su base, a las tobas, en la cúspide, que apenas cuentan unos cuantos miles de años. Sus visitantes pueden, de esta manera, conocer la importante geodiversidad de este territorio, a través de un completo registro que incluye el aragonito, descrito por primera vez en Molina de Aragón, y los amonites del Jurásico. También tienen a su disposición una importante colección de fósiles, rocas y minerales de todo el mundo, en la Sala de Paleontología.
Esos visitantes disfrutan cada día de todo esto y mucho más en el Museo de Molina, pero lo que nunca se habrían atrevido a imaginar es que las rocas del Geoparque pudieran mostrarse aquí convertidas en seres fantásticos y misteriosos: Criaturas de los bosques, ninfas, quizá musas ¿Quién sabe? Martín Mendieta, el autor de esta exposición, que permanecerá abierta al público en la sala de Evolución Humana del Museo de Molina hasta el 31 de agosto, afirma que no sabría decir de dónde le viene la inspiración: “Supongo que de la naturaleza, que está muy presente en mi obra, pero también de la mujer y la música”.
Para este molinés la escultura es un proceso: “Lo primero que hago es mirar la piedra, lo que puede contener en volumen y luego ya, no lo sé. No se trata de un proceso fijo y según voy aprendiendo más, ese proceso se acorta en el tiempo: Desde que tengo una idea hasta que la veo materializada, cada vez pasa menos tiempo”, comenta.
Se trata de la obra de toda una vida: los trabajos que el artista ha ido cincelando en momentos escondidos y encontrados. La escultura también es su profesión y sus obras de piedra forman parte de algunos de los rincones más representativos de los pueblos de la provincia, pero las obras que se muestran en el Museo de Molina no son encargos: “Son obras que me han acompañado desde hace mucho tiempo. Las he ido haciendo en mi tiempo libre, en ratos y ratos. Algunas las empecé hace 25 años y las he acabado ahora”, explica.
Mendieta afirma que de todos los materiales que se pueden trabajar, “la piedra es el más noble con diferencia”, quizá porque las rocas han sido espectadoras de la historia de nuestro planeta durante cientos de millones de años y contienen pedazos de cada uno de sus episodios: “Ellas son parte del propio planeta y permanecerán aquí cuando nos hayamos ido”, comenta.
En el Geoparque, asegura el escultor, “tenemos una variedad impresionante de rocas, sobre todo en areniscas, donde las hay de todo color y de toda calidad”. Esta gran diversidad se debe a que, en este territorio, están registrados cientos de millones de años de la historia de la Tierra, en los cuales se formaron diferentes tipos de rocas, que proporcionan innumerables recursos a los artistas de la comarca que trabajan la piedra.
Martín ha aprendido a dialogar con ellas y sabe muy bien en qué lugares concretos del Geoparque se encuentran las de mayor calidad: “Las calizas del entorno de Peña Moñuz son las mejores”, afirma. Los celtíberos lo sabían bien y por eso asentaron un castro en lo alto del cerro que hoy le da nombre. Los pobladores prerromanos de este lugar excavaron un gran foso en la roca caliza y utilizaron ese material para levantar unas imponentes murallas con poderosas torres, en el siglo IV a. C.
Junto con las calizas de la Olmeda de Cobeta, Mendieta valora las areniscas de la Sierra de Caldereros. “En esta exposición hay una pieza muy especial con este tipo de roca, que tiene un veteado nada corriente”. Las areniscas de Caldereros se formaron en un ambiente continental, hace unos 245 millones de años, gracias a los sedimentos que arrastraban unos antiguos ríos, que se abrían paso a través de enormes valles. Estas particulares formas son costras de hierro. Cuado se depositaron estos sedimentos el clima era muy cálido, árido y sin vegetación, lo que provocó que el hierro se oxidase dotando a la roca de este característico color.
Cada roca tiene sus particularidades, según Mendieta. La arenisca de Caldereros, apunta, “tienen la singularidad de que consumen la herramienta -por algo ha sido siempre piedra de afilar-. Permanece inalterable en el tiempo y guarda las mismas condiciones hoy, que de aquí a cien años”. Si las areniscas de Caldereros son especialmente resistentes es porque están formadas por millones de pequeños granos de cuarzo de gran dureza. Además, el “cemento” que los aglutina también es muy resistente. Por esto es por lo que dan lugar a caprichosas formas del relieve, como torreones, monolitos o crestones de roca.
“La caliza, por su parte, hay que trabajarla cuando todavía conserva cierta humedad, por que de lo contrario, es muy difícil”. En la mayoría de los casos, esta roca se ha sedimentado en ambientes marinos, por precipitación del carbonato cálcico que contiene el agua. En términos generales, son rocas porosas, que absorben más o menos bien el agua y eso hace que sean más fáciles de trabajar. De hecho han sido muy utilizadas en la construcción a lo largo de la historia y forman parte de las fachadas y escudos de muchos de los monumentos del Geoparque, como es el caso del imponente castillo-alcázar de Molina, construido de ladrillo, mampostería de calizas y arenisca rojiza. Ello se debe a que, aunque no son tan resistentes como las areniscas de Caldereros, tienen suficiente resistencia y pesan menos, con lo que son más fáciles de transportar. Además, es la roca predominante en el entorno de Molina.
Para trabajar estas rocas, Mendieta utiliza herramientas muy sencillas: gubias, punteros y cinceles. También echa mano de la radial para acortar el proceso, aunque en muchos de los casos “casi todo lo tengo que hacer a mano por las formas que utilizo, porque casi nunca hay rectas”.
Y cada una de esas rocas atesora parte de la historia de nuestro planeta: En ocasiones, cientos de millones de años. Ahora las podemos ver convertidas en seres maravillosos, ya sean hadas, musas u otros habitantes misteriosos del bosque, que nos invitan a soñar, tal vez sin ser conscientes de que, en sí mismas, contienen una historia apasionante. Sin embargo, para el artista es evidente que, de entre todos los materiales que se pueden trabajar, la piedra es el más noble, pues forma parte del propio planeta y de su historia.