Para que no vuelva a ocurrir
jueves 25 de octubre de 2018, 13:47h
Después de varios meses desde el fallecimiento de mi madre, siento rabia, porque las cosas podrían haber transcurrido de otra manera. Entre el 20 de febrero y el 17 de diciembre de 2017, mi madre entró al quirófano del Hospital de Guadalajara en 13 ocasiones. Antes, en abril de 2016, la primera intervención de isquemia de colón fue de extrema urgencia y los cirujanos hicieron un buen trabajo.
Las úlceras y la pésima calidad de vida desde que le extirparon el colon, puesto que la ileostomía presentaba estoma plano, le animaron a someterse a la reconstrucción del tránsito intestinal. Si lo mejor hubiese sido una intervención programada para reconstruir un estoma que le evitara esos problemas y le ayudase con sus limitaciones a seguir viviendo, los facultativos del Equipo de Cirugía Digestiva deberían haber tenido en cuenta los antecedentes personales de mi madre antes de decidir retirarle definitivamente “la bolsa” y no después. Me pregunto si con una ileostomía bien hecha, mi madre hoy seguiría viva y no habría tenido que sufrir toda aquella pesadilla.
Durante los meses que pasamos en la planta 7ª B del Hospital de Guadalajara recibimos siempre el apoyo incondicional del personal de enfermería, auxiliares, celadores y trabajadores de la limpieza que luchan, día a día, con los enfermos pese a la evidente falta de medios técnicos y humanos. Una dedicación que agradecemos sinceramente.
En ese tiempo, aprendimos que hay al menos dos tipos de mallas intraperitoniales, de ventralight y biológicas. En el Hospital de Guadalajara hemos sido testigos de las complicaciones e infecciones que provoca la utilización de las primeras y que desemboca, inevitablemente, en otra intervención quirúrgica para la retirada de la malla infectada.
En el caso de mi madre, un cirujano que se tomó especial interés consiguió una malla biológica para sustituir la de ventralignt que le provocaba repetidas infecciones. Al parecer, los hospitales de la Sanidad Pública evitan las mallas biológicas por su elevado coste, pese a ser más efectivas y reducir el riesgo de infecciones. Apostaría que la utilización de mallas biológicas abarataría costes a medio plazo, pero me temo que la recuperación y mejoría de los pacientes no es la prioridad.
Durante todos esos meses en el hospital, hemos podido comprobar el lastre que supone el Estado de las Autonomías, al menos en materia de Sanidad, para ciudadanos anónimos como nosotros. Rogamos al equipo médico que, ante la falta de acuerdo en el diagnóstico y en el procedimiento a seguir, derivaran a mi madre a cualquier hospital público de Madrid para que otro equipo médico valorara su caso. Nos ofrecieron hospitales de Castilla-La Mancha pero no los de la Comunidad de Madrid que están a pocos kilómetros de nuestros domicilios puesto que mi madre necesitaba tener una persona de acompañante día y noche. No pudo ser y demuestra que es rotundamente falso que todos los españoles tengamos los mismos derechos y servicios con independencia de dónde vivamos.
Mi madre era una mujer muy fuerte. Con 72 años y cuando hubo que dejar de luchar y sedarla, aguantó tres días con sus tres noches y nos dejó claro que esa no era su hora.
Lo que más me preocupa es que alguno de mis seres queridos o yo misma tengamos que volver a la planta 7 del Hospital de Guadalajara, después de la terrible experiencia allí vivida, aunque mucho me temo que no nos quedaría otra opción.
Espero que el relato de lo vivido por mi madre sirva al menos para que hechos como este no vuelvan a ocurrir.
Susana Ortiz Martín