Redacción | Martes 29 de diciembre de 2015
En una sesión de narración para público familiar que tuvo lugar en el local municipal de la calle Jardines
Pep Bruno ha vuelto a Trillo estas navidades con un cuentacuentos para público familiar que tuvo lugar en el local municipal de la calle Jardines. En una sesión de una hora, Bruno comenzó con historias para los más pequeños, y continuó después con otras, con las que captó también la atención de la audiencia heterogénea y numerosa que acudió a presenciarlas.
El narrador, que volvía a Trillo después de un tiempo, cautivó la atención del público de todas las edades. “La respuesta fue muy buena”, ratificaba. Para Bruno, los cuentos entroncan con la tradición de las historias que pasan de padres a hijos, “pero también con otra tradición oral, la de los bardos o los juglares, personas que contaban sus historias a otras en espacios escénicos”, con la que en parte también se identifica.
Como en cada una de sus actuaciones, Bruno contó cuentos contemporáneos, que tienen que ver con la realidad actual. “El narrador utiliza muy pocos recursos, básicamente, la palabra y la mirada, con menos no se puede hacer, salvo el mimo, que comunica sólo con los gestos”, explica. Según el fabulador, la narración puede definirse como la más sencilla de las artes escénicas, aunque no por ello como la más simple. “Es más complejo conseguir la atención del público, que la gente esté cómoda, atenta, que se emocione o se ría, porque los recursos con los que contamos son mínimos”.
Los narradores encuentran su repertorio en la tradición oral, en el trabajo de los escritores y por otro lado, en su propia obra como autor. “Aunque a la hora de contar cuentos, en cualquiera de los casos nos sumamos a la cadena de autoría, porque las historias que referimos pasan por el tamiz de la voz o de la actualidad, y todo eso afecta a la hora de contar”, explica el autor.
Al final de su actuación, Bruno se llevó el merecido aplauso trillano. A su término, el narrador explicaba “que los aplausos tienen varios sentidos”. Entre cuento y cuento “pueden romper, oxigenar la sala, para que luego el público pueda volver a centrarse”, mientras que el aplauso final siempre es un premio. “Irse aplaudido a casa es fantástico, te da la medida exacta de cómo ha ido la actuación, con el valor añadido del agradecimiento”, termina el narrador, que en estos días busca la tranquilidad para escribir.
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