Jueves 21 de septiembre de 2017
De todos es sabido que en España existe un elevado grado de permisividad respecto al ruido y al exceso de volumen, permitido en diversas actividades que vulneran y violentan el derecho al disfrute armonioso del propio hogar o incluso de un tranquilo encuentro culinario en un restaurante.
Como en tantos otros casos, se ha generalizado en nuestro país una actitud excesivamente laxa o protectora respecto al infractor y displicente o despreciativa en relación con las potenciales víctimas, que se concreta, por ejemplo, en la consolidación de la “cultura del botellón” o un pretendido “derecho a la fiesta”, que hay que tolerar, caiga quien caiga, y que por supuesto, se impondría al derecho al descanso de los posibles afectados, normalmente sin voz ni voto a ese respecto, excluidos al parecer de cualquier opción de que se toleren sus extrañas preferencias.
Incluso el horario de especial protección no siempre tiene en cuenta las necesidades de colectivos especialmente sensibles como niños, ancianos y enfermos, sin hablar de quienes deben preparar un trabajo o examen importante para el día siguiente o simplemente quieren disfrutar de un periodo de sueño o descanso relajado.
Se ha ido generalizando en nuestro país un principio un tanto extraño: que la tolerancia al derecho al ruido o al volumen alto debe prevalecer (culturalmente) sobre el derecho al descanso, al silencio en la propia casa, a la lectura sosegada o la conversación tranquila. Como consecuencia, en la actualidad el ¿derecho? al descanso o la vida tranquila depende de los caprichos o voluntad de nuestros vecinos y viandantes. ¿Debe continuar esto así?
Esto es lo que viene sucediendo durante la celebración de las fiestas patronales de nuestro municipio. Unas fiestas que dice la página web municipal que se organizan en “una COMISIÓN DE FIESTAS compuesta por las peñas públicas, representantes de asociaciones de vecinos, juveniles, de mayores, mujeres, AMPAS, musicales, culturales, taurinas y Casas Regionales, y representantes políticos. Así, se puede afirmar que Azuqueca tiene las Fiestas que elige tener”. Esto es completamente falso. En esa comisión sólo están representadas las peñas y sólo se tienen en cuenta la opinión de los peñistas. Al resto de los vecinos… o bien que les parta un rayo o como dicen “que se marchen del pueblo si les molesta las fiestas”. Mientras pronuncian semejante barbaridad, la Concejala de fiestas y su séquito se cruzan de brazos porque han decidido permitirlo todo.
Sin embargo, tanto el Alcalde como la Concejal de fiestas olvidan que es la Administración municipal la debe seguir trabajando para mejorar la calidad de vida de todos los vecinos y estudiar los efectos negativos que generan las fiestas para intentar minimizarlos como, por ejemplo: limitar el uso de los amplificadores o restringir los días o las horas de los conciertos, especialmente los días laborables o no permitir actuaciones molestas que ni siquiera están programadas. Deben intentar buscar ese punto conciliador entre el derecho a la diversión de unos y el derecho al descanso de otros.
En suma, debe procurar que los actos de las fiestas o de otras celebraciones dejen de suponer un perjuicio para quienes no desean participar en ellas y puedan vivir dignamente durante esos días. ¿No recuerda la señora Martín que una de las quejas que le trasladaron los vecinos durante la campaña “Me gusta Azuqueca”, y que por cierto costó 2.000 euros, hacía referencia a las molestias generadas por las fiestas?
Además, durante las fiestas el Ayuntamiento ha de acentuar la supervisión del cumplimiento de las normas elementales de convivencia (evitar suciedad en la vía pública, reducir el ruido, vigilar con más intensidad el uso adecuado de los espacios públicos), para evitar males que en otras fechas no aparecen.
Como aclaración diré que todo esto no sólo lo digo yo sino también el Defensor del Pueblo.
Y para finalizar, soy de la firme convicción que gobernar no es solamente discursear sobre lo que se le ocurre; hacer innumerables e infundadas promesas que no va a cumplir; posar sonriente en todas partes, contentar a aquellos sectores que el brindan su voto… Gobernar significa dirigir, administrar con criterio y con pulcritud la "cosa pública" por el bien del pueblo. Significa también someter sus decisiones al criterio de los demás, cultivar la participación y el diálogo entre el Gobierno y la oposición y tomar acuerdos que sean fruto del consenso.
Gobernar implica el compromiso de enfrentarse a las decisiones que se han de tomar, pero siempre dentro de un espacio de diálogo con los demás. Si no la hace así señor Blanco, queda claro que no es usted el Alcalde todos.
Fdo : Portavoz del grupo municipal de IU Azuqueca, María José Pérez
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