ALMA CORAZÓN Y VIDA

Puches y calabazas en la celebración de Los Santos de Fuentenovilla

Redacción | Domingo 29 de octubre de 2017
La Asociación de Mujeres Perpetuo Socorro, ha convocado dos sencillas pero divertidas actividades para que niños y mayores compartieran las antiguas y nuevas formas de celebrar la festividad.

La Asociación de Mujeres 'Perpetuo Socorro' ha organizado, para los más pequeños, dos divertidas actividades, con las que han colaborado los mayores de la localidad.

En primer lugar, y por tercer año consecutivo, a partir de las 17 horas de la tarde, comenzaba el taller de calabazas. Un voluntario fuentenovillero traía hasta el graderío de La Picota veinte excelentes ejemplares, que luego los niños iban a transformar en fantasmagóricas calaveras.

Las voluntarias de la Asociación de Mujeres aportaron los elementos necesarios para vaciarlas, e ir trabajando en ellas para sacarles “formas terroríficas”, comentaba Sandra Almorox, secretaria de la Asociación. Además, ejercieron el papel de monitoras, ayudando a los niños cuando solicitaban su ayuda.

Desde el primer año, es costumbre encender su interior con velas, y, bajo un manto negro que cubre la escalinata del monumento, dejarlas expuestas, componiendo así una estampa preciosa en la que La Picota, una vez más, se integra perfectamente en el devenir de Fuentenovilla.

Además, después del taller, la Asociación de Mujeres organizó una merienda en la que invitó a quienes quisieron acercarse a compartir la tarde en el local social de Fuentenovilla. Para ello, socias voluntarias, y también algún fuentenovillero más, cocinó y cedió los dulces típicos de la localidad, las fritillas y los puches, o gachas dulces, que añadidos a otros, comprados por la asociación y a los tradicionales todo el año repápalos, los presentes compartieron con un chocolate calentito. Las fritillas se hacen con una masa de harina y agua que se fríe en aceite de oliva con un poco de sal, a la que se añde azúcar para degustar.

Cuando oscureció la tarde, y como es costumbre en Fuentenovilla, los niños pusieron las calabazas en las puertas, y llamaron a los timbres, buscando el “susto” y la sonrisa del miedo de los fuentenovilleros.




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