Redacción | Viernes 14 de enero de 2022
Las dos banderas ganadas por Sancho Bravo y Gaspar de Alarcón el 5 de junio de 1589, durante la retirada inglesa de Lisboa a Cascaes, son reliquia de una crucial victoria española.
Las ansias inglesas por depredar el imperio, habían provocado veinte años de ataques a poblaciones costeras en tiempos de paz, hasta que Felipe II quiso zanjarlos con la Gran Armada en 1588. Su fracaso, reforzó a Inglaterra para su gran ofensiva de 1589, culminación de las anteriores, y ya con la intención de romper las Indias y penetrar a sus anchas. Pero la Contra Armada fue repelida en La Coruña y rematada en Lisboa, generando la mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra y conllevando el punto de inflexión de la contienda.
Las condiciones de Paz, favorables a España, le permitieron consolidarse y mantenerse hasta el siglo XIX, dando lugar a la Hispanidad. Son por ello testimonio, junto los triunfos de Cartagena de Indias en 1741 y de Buenos Aires en 1807, de una de las grandes victorias que rubrican la presencia hispánica en el mundo. Custodiadas en la catedral de Sigüenza, durante siglos lucieron como trofeos en la misma capilla de Martín Vázquez de Arce, el Doncel de Sigüenza. Si en tan único lugar lucieron las enseñas es porque Sancho Bravo comparte la misma estirpe de guerreros que el Doncel de Sigüenza, que fue su tío-abuelo.
La primera bandera mide 168 cm. de alto x 330 cm. de largo. Esta formaba por siete franjas horizontales de tafetán. De arriba abajo: blanca, roja, azul aturquesado, amarilla, granate o morada, verde clara y blanca. Se ha conservado la primera franja blanca, hecha jirones, y las tres siguientes, roja, azul aturquesado y amarilla, enteras, del resto solo fragmentos. La segunda bandera ganada por Sancho Bravo el 5 de junio, de tafetán fuerte o lienzo, tiene 147 cm. de alto por 165 cm. de largo, y también deteriorada y rota, representa un escudo gironado. Fueron magníficamente restauradas en 2016 y representan así una reliquia vexilológica única de aquella guerra, milagrosamente conservadas en la catedral de Sigüenza gracias al clima seco de la bella localidad castellana.
Luis Gorrochategui Santos
Escritor
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