GUADALAJARA

Cuatro orejas en el festejo tamajonero del certamen Guadalajara busca torero

En la Plaza de Toros de La Carrasquilla, se lidiaron ayer cinco añojos, de casi dos años, de la ganadería de Hermanas Ortega, de Aranjuez, de encaste Domecq, con buen juego en general, para cinco chavales, alumnos todos de diferentes escuelas taurinas españolas

Redacción | Viernes 19 de agosto de 2022
Como en cada Semana Cultural, Tamajón ha acogido en la Plaza de Toros de La Carrasquilla una clase práctica, una becerrada, perteneciente al certamen 'Guadalajara busca torero'. Se lidiaron reses de la acreditada ganadería de las Hermanas Ortega, de Aranjuez, con encaste Domecq. “Cinco añojos, muy cerca ya de los 24 meses, de excelentes hechuras”, según explicaba ayer en Tamajón, Luis Miguel Encabo, director de lidia y profesor del CITAR-Escuela Superior de Tauromaquia. En general, el ganado tuvo calidad y transmisión y sirvió para la lidia, con algún novillo extraordinario.

Los novilleros eran cinco chavales que se forman en la actualidad en diferentes escuelas taurinas españolas. Todos están empezando, e igualmente todos apuntan maneras, por lo que han sido seleccionados para participar en el certamen. Por la mañana, los mismos novilleros habían presentado a los agalloneros una clase de toreo de salón, en la Plaza del Coso de Tamajón, mostrando a la afición “cómo se manejan los trastos”, explicaba uno de ellos, en la tauromaquia, respondiendo a las preguntas del público e interactuando con ellos.

La becerrada comenzó a las siete de la tarde. La presidió Eugenio Esteban, alcalde de Tamajón. Abrió plaza Juan Saavedra, de la Escuela Taurina de Vademorillo, en Madrid. Tras el correspondiente sorteo, le correspondió en suerte Camorristo, un añojo castaño claro, listón, ojo de perdiz y bocidorado. El animal manseó algo al inicio de la lidia, pero se vino arriba en su trascurso. El novillero estuvo siempre dispuesto y mostró variedad con capote y muleta. Con el capote supo caminar hacia atrás, dándole el aire que necesitaba el novillo. Con la muleta, ayudó a Camorristo templando su embestida con sabiduría. Aunque se llevó un revolcón, mató de un gran espadazo que fulminó a su enemigo. “El novillo tenía calidad y mucha nobleza, pero le faltaba un poco de recorrido al final. Ha pecado de soso. Me he acoplado a él, con buenos muletazos, y he puesto la espada en su sitio. Sigo aprendiendo cómo es este oficio tan complicado. Estar delante de un animal así, ha sido hoy un regalo para mí”, decía el chaval después de llevarse una oreja.

El segundo novillo, de nombre Recapodo, colorado, listón, ojo de perdiz, fue para Joaquín Caro, de la Escuela Taurina José Cubero Yiyo de la Comunidad de Madrid. El novillero demostró actitud y ganas, dejando ver que quiere ser figura del toreo. Desde el inicio entendió bien al becerro, sabiendo darle las alturas y los toques necesarios para sacarle lo que tenía dentro, que no era poco. Dejó la muleta en la cara para que repitiera y, con su oficio, supo llegarle al público agallonero. A la hora de matar, le dio su tiempo a Recapodo y su estocada fue inapelable. “El novillo tenía cosas que había que encontrarle. Con la izquierda se ha dejado muy poco, pero con la derecha le he podido sacar buenos muletazos. El espadazo es lo que ha hecho grande la faena”, decía el chaval al terminar. También se llevó una oreja.

El tercer novillo, Calabreso, negro zaíno, fue para Juan Palacios, alumno del CITAR. El novillero ecuatoriano se entregó, sobre todo en las banderillas, que es su suerte. Sabiéndose diferente en ella, puso al quiebro un par, saltando al becerro. Su falta de experiencia con la muleta, la con actitud y con coraje. Mató con una espada trasera y tendida. El novillo cayó tras descabello. “Me tocó un novillo muy bueno”, resumía. Sobre su suerte favorita, en las banderillas, “poco a poco la estoy sacando a la luz ante la afición”, decía, y aventuraba, con optimismo, que “quiero hacer esas banderillas con salto en Madrid, y con un toro”. De su faena con la muleta, le gustó su quietud y entrega. “Lo técnico se adquirirá poco a poco con el entrenamiento”, reconocía. Su esfuerzo fue reconocido con una oreja.

El cuarto novillo fue para Arias Samper, alumno del CITAR. Le correspondió en suerte Artesano, un añojo castaño, listón, ojo de perdiz y bocidorado. El novillero estuvo asentado con el capote, enganchando bien al novillo y llevándolo como requería su lidia. No estuvo tan bien con las banderillas, aunque no por falta de ganas. Artesano fue menos agradecido que sus hermanos, pero también tuvo calidad. Siempre tratando de agradar al público, Arias Samper inició bien su faena, pero el novillo marcaba ciertas querencias y se volvió peligroso. Miraba mucho, y el chaval acabó por acusar su falta de experiencia. Su espada fue delantera, pero bien colocada. Usó una vez el descabello y se llevó una oreja. “La ganadería es buena. Mi novillo era fuerte, insistía por abajo y había que aprovechar esas embestidas. Intenté sacar el mayor provecho de todas ellas. Se quedaba un poco corto y era exigente, pero la gente estuvo muy calurosa conmigo. Lo que más me ha gustado ha sido la decisión con la que he tomaba cada instante de la faena”, decía el chaval. También se llevó una oreja.

Aaron Palacio, novillero del Centro de Tauromaquia de Aragón, Mar de Nubes, estuvo bien con el capote. Lo recibió dándole el tiempo que necesitaba puesto que se iba de largo. Con la muleta tuvo un buen inicio, pero cuando el animal mostró sus querencias y empezó a soltar la cara, y el novillero perdió la concentración. Después de pinchar, tuvo que hacer uso del descabello. Escuchó palmas para cerrar la tarde agallonera. “Mi faena ha sido buena, aunque me ha tocado un novillo bruto. Creo que lo he aprovechado bien por el pitón izquierdo, pero me he liado con la espada y el descabello. Lo que más me ha gustado de la tarde es ver que hay pueblos que recuperan sus tradiciones, y gracias a eso se puede ver a chavales como nosotros torear en plazas como la de Tamajón”, terminaba.


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