Redacción | Domingo 20 de octubre de 2024
Se celebró ayer en la villa ducal, consolidando su fecha en el otoño de la Sierra Norte de Guadalajara, dándole protagonismo a los monumentos y personajes correspondientes a ese periodo, el más próspero sin duda de la historia de Cogolludo.
Cogolludo vivió ayer su IV Jornada Renacentista, con lo que la villa ducal consolida esta actividad en el otoño de la Sierra Norte de Guadalajara.
La villa ducal vivió su máximo esplendor durante el Renacimiento. Por ello, desde el Ayuntamiento, con la inestimable colaboración de la Oficina de Turismo, se apuesta por poner en valor la gran plaza mayor y el palacio de los duques de Medinaceli, el primer monumento renacentista de España.
Este año, para subrayarlo se organizó un mercado artesanal con una decena de puestos, que se mantuvo abierto a lo largo del sábado.
Un de ellos era el de Javier Piñeira, onubense y marinero, afincado después de su jubilación en la vecina localidad de Arroyo de las Fraguas, mostró al público sus habilidades con la madera. Trabaja con la materia prima que encuentra en el bosque, reciclándola, y dándole una segunda vida. Tallando maderas duras, como la cepa de brezo o la raíz de jara, y también las más habituales en la comarca, como el roble, la encina o el pino, esculpe los motivos para los que parecen estar predispuestas. El artesano desplegó en la plaza de Cogolludo sus herramientas y los materiales que emplea, mostrándoselos a los visitantes. “He traído cosas hechas, y cosas sin hacer para mostrar la madera y cómo se trabaja”, señalaba. Sobre Arroyo de Fraguas, el artesano afirmaba que “no son pueblos despoblados, están abandonados. No tenemos nada en ellos, y dependemos para todo de Cogolludo. Eso sí, se vive bien, muy tranquilo y en contacto con la naturaleza”.
Uno de los grandes hitos del Renacimiento fue el Descubrimiento de América. Y precisamente Cogolludo fue uno de los primeros lugares de España donde se conoció el éxito de la empresa de Cristóbal Colón. Así lo demuestra una carta fechada el 19 de marzo de 1493, igualmente uno de los primeros
documentos escritos que prueban el descubrimiento. Su propio autor, el I Duque de Medinaceli, Luis de la Cerda, dio lectura a su texto íntegro, representado por José Manuel García, uno de los actores de la compañía Ditirambo que ha acompañado esta edición de la Jornada Medieval.
Cuando el almirante Cristóbal Colón volvía de su primer viaje a Las Indias, al mando de La Niña, el 13 y el 14 de febrero sufrió una tempestad muy fuerte, tanto, que llegó a romper el velamen de nave y a separarla de La Pinta, al mando de Pinzón, que regresaba junto a ella. Superada ésta, a La Niña le esperaba otra aún más cruenta, en el Cabo da Roca, ya muy cerquita de la costa. De milagro, La Niña llegó a Lisboa el 4 de marzo de 1493.
Según algunas investigaciones documentales, desde allí Colón escribe tres cartas para contar que había vuelto de Las Indias con éxito. Envió dos de ellas a Barcelona, porque la corte era itinerante, y en aquel momento los reyes católicos se encontraban allí. La tercera, la envió a Cogolludo, que es donde estaba su mentor, don Luis de la Cerda, que fue quien hizo posible que Colón se entrevistara con la reina Isabel.
Por cercanía, un correo a caballo tuvo que recorrer los 573 kilómetros, de Lisboa a Cogolludo, mucho antes que los 1007 que separan la ciudad portuguesa de Barcelona. La carta que llega a Cogolludo está desaparecida, pero nada más recibirla, el duque le escribe a su tío, el gran cardenal Pedro González de Mendoza, otra misiva, que es la que sí se conserva, en la que le da la noticia y deja constancia de la anterior.
La carta dice que el duque, don Luis de la Cerda, ha alojado a Cristóbal Colón dos años en su casa, que partió hace 8 meses hacia las Indias, que ha regresado a Lisboa y que ha hallado todo lo que buscaba. Y así lo contó el propio duque.
Los visitantes pudieron, después de la lectura, conocer con detalle el monumento del Palacio Renacentista, de la mano de los actores de Ditirambo. Y, poco antes del mediodía, disfrutaron con la representación de Tierra de Jauja, un entremés del escritor sevillano Lope de Rueda, considerado el fundador del teatro popular y profesional español.
En 1546, dos mujeres que venían de Madrid y se dirigían hacia Aragón, pasaron por Cogolludo atraídas por las fiestas que daba el III duque de Medinaceli, don Gastón de la Cerda y Portugal. Estas muchachas cantaban y bailaban de pueblo en pueblo para ganarse la vida. Don Gastón, pidió que ambas fuesen a su Palacio de Cogolludo donde las recibió para que mostrasen sus habilidades frente a su persona. Contento y satisfecho por la actuación que había presenciado el duque, les ofreció que se quedasen a su servicio. Una de ellas, llamada Mariana, accedió. Cuatro años después de su llegada a Cogolludo, quien viene a la villa ducal es Lope de Rueda con su compañía de figurantes. La fama que tenían las fiestas de don Gastón hizo que el dramaturgo sevillano quisiera hacer una representación teatral que fuera de su agrado. Así pues, fue en ese momento cuando Lope de Rueda y Mariana se conocieron y se enamoraron. Por lo tanto, fruto de ese amor, ambos contrajeron matrimonio en 1552.
Por ese vínculo con Cogolludo Ditirambo eligió como pieza teatral para representar en las IV Jornadas Renacentistas 'Tierra de Jauja', un entremés de Lope de Rueda.
Honzigera y Panarizo, dos ladronas hambrientas, deciden asaltar a Mendrugo, un labrador que lleva comida a su esposa en la cárcel. Con astucia, engañan a Mendrugo hablándole sobre la fantástica tierra de Jauja, un lugar utópico donde la comida abunda y está prohibido trabajar. Aprovechando la distracción de Mendrugo, Honzigera se zambulle en la cazuela de buñuelos, devorando el manjar. Mendrugo, desconcertado, comprende que esa tierra es sólo una ilusión y que la felicidad no proviene de promesas ficticias. Quedando solo, y sin nada, se culpa a sí mismo por haber creído en fantasías, aprendiendo de la lección.
Además de las visitas guiadas, y teatralizadas, al Palacio, por cortesía de José María García, vecino de Cogolludo, se mostraron al público, por primera vez, las cuevas que conserva la casa solariega de su familia, en la Plaza Mayor. Son de las más grandes que se conservan en la villa. Y atesoran vestigios de cómo se hizo vino en la casa, en tinajas de barro cocido. Probablemente, la cueva se construyó a finales del siglo XV. Y da fe de la tradición vinícola de Cogolludo, hasta que la filoxera diezmó las viñas a principios del siglo XX. “Mi abuela puso por escrito todo lo que recordaba sobre la Guerra Civil. La cueva sirvió de refugio, primero a los republicanos, y después a los nacionales. Ellos fueron quienes pusieron un centro de comunicaciones en el cocedero, y un despacho en la casa. Había grafitis de los soldados en las paredes. Y entre los restos, hemos encontrado algún maravedí del siglo XV, y chapas identificativas de algún requeté, pero seguro que aparecerán más cosas”, terminaba el cogolludense.
Hasta finales de noviembre, completando también la Jornada Renacentista en el Salón Rico de Palacio, se puede admirar la exposición de pintura de Rosario Segura Blasco, artista local. Se trata de 35 lienzos en óleo con pinturas de paisajes, históricas, de animales y de hombres y mujeres del renacimiento. La muestra se puede ver todos los días de la semana contactando con la oficina de Turismo de Cogolludo (676 346 485 / 949 857 214).
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