Fuentenovilla se une en torno a sus tradiciones de Todos Los Santos
La Asociación de Mujeres 'El Perpetuo Socorro', con la colaboración del Ayuntamiento de Fuentenovilla, organizó un día en torno a las costumbres de la localidad en el que participaron fuentenovilleros de todas las edades.
martes 01 de noviembre de 2016, 10:10h
Como lo hacen todo, a la vera de la maravillosa Picota del siglo XVII, que por cierto, nunca sirvió para ajusticiar a nadie, sino sólo para mostrar que la villa tuvo la potestad de hacerlo, los fuentenovilleros disfrutaron este sábado de un soleado día, y una fantasmagórica noche, en los que niños y mayores compartieron las tradiciones en torno a la festividad de Los Santos.
En esta ocasión, ha sido la Asociación de Mujeres 'El Perpetuo Socorro' quien ha preparado las actividades, en colaboración con el Ayuntamiento. Pasadas las doce y media de la mañana, se acercaban a la Plaza Mayor, justo enfrente de la picota, niños y mayores, que se ponían a trabajar juntos para fabricar las famosas calabazas que luego se repartieron por las esquinas y puertas más recónditas del pueblo, para asustar con sus diseños a propios y extraños. Ana Martín les mostraba a los más pequeños cómo fabricarlas, después de que el Ayuntamiento pusiera a disposición de la iniciativa tantas hortalizas como niños participaron.
Después de abrir las calabazas, por arriba o por abajo, que de las dos maneras se hace, cada uno fue dibujando los rasgos de la fantasmagórica cara a su gusto. A las dos de la tarde, todas quedaban expuestas en los escalones del monumento principal de Fuentenovilla. Varias voluntarias de la Asociación le mostraban a los más pequeños cómo debían ir haciendo las cosas.
Hasta allí se acercaba José María Martín, fuentenovillero nacido en la Plaza del Angel, hace sesenta años, que recordaba cómo eran las tradiciones locales en su niñez. La tarde del día 31, los niños se hacían con las calabazas, “unas de buenas maneras, y otras de malas”. Curiosamente, el fuentenovillero recuerda que la tradición de disfrazarse viene de largo, el menos en Fuentenovilla. “Ese día la gente se vestían con atuendos que hacían referencia a las ánimas, siempre de negro. Por la noche, en todas las casas se cocinaban puches, o gachas dulces. “En cuanto caía la luz, los niños repartíamos nuestras calabazas por las puertas, para asustar”, recuerda.
Con los puches sobrantes, “los niños teníamos por costumbre tapar las cerraduras de las puertas, porque al solidificar, no era fácil quitarlos. También habían una creencia, una leyenda, todo lo que se mataba el día 31 resucitaban al día siguiente, era una forma de prohibir a los cazadores que salieran al campo”, contaba.
Ambas costumbres, calabazas y puches, eran tradicionales en toda la provincia. Se tapaban las cerraduras porque eran el elemento por donde se suponía entraban las almas de los difuntos. Se trata de una costumbre muy unida a creencias celtas, que ahora se mezcla con la tradición americana de Halloween. Esa noche se hacían rituales de iniciación y, en algunos pueblos, elegían a sus autoridades ese día.
Al filo de las dos de la tarde, todas las calabazas quedaban expuestas en la picota, de nuevo llenándola de vida. Por la tarde, la Asociación de Mujeres preparó para los más pequeños una merienda terrorífica en un taller de cocina y de repostería en el que los niños cocinaron su merienda, con galletas oreo en forma de araña y sándwich, a los que luego los niños le dieron todo tipo de formas terroríficas.
A partir de las 19 horas de la tarde, todos los vecinos que lo desearon compartieron un chocolate caliente que se acompañó con una de las bandejitas de bollos hechos por los niños que se guardaron para la merienda popular, y de repápalos, el bollo típico de Fuentenovilla, y pastas, cocinados por dos voluntarias fuentenovilleras. Ya por la noche, el centro social se llenó de disfraces para mayores y pequeños. Hoy martes, la celebración religiosa será de nuevo solemne, en uno de los muchos momentos del año en los que los fuentenovilleros recuerdan a quienes ya no están.