El lenguaje simbólico, ilustrativo y sensual de Ana Oniria Rodríguez irrumpe en la Sala de Arte de Valdeluz
La artista residente en Yebes es doctorada por la Universidad del País Vasco y da clases de pintura a cerca de 80 alumnos en los centros de mayores de Cabanillas del Campo, Marchamalo y Guadalajara
lunes 05 de diciembre de 2016, 13:22h
Los espacios sugerentes del pintor metafísico Giorgio De Chirico en los que el espectador es quien da el sentido último a la representación. La ornamentación e intensidad sensual de la obra simbólica de Gustav Klimt. O las mujeres robustas, jóvenes y saludables ataviadas con túnicas de la pintura decorativa de Alfons Mucha. Son las influencias que asoman en la obra de Ana Oniria Rodríguez, cuyas acuarelas y tintas desbordan de colorido, metáforas y dinamismo las paredes de la Sala de Exposiciones del Centro Cultural ‘Valdeluz’ hasta el próximo 14 de diciembre. En esta última etapa creativa, la autora reivindica la figura anatómica en mundos más oníricos y menos figurativos, más imaginativos y menos realistas. En los que la mancha concede el volumen y la línea perfila las formas.
Nacida hace 38 años en Barakaldo (Vizcaya), Ana Oniria Rodríguez lleva los últimos ocho residiendo en Yebes. Un tiempo que ha marcado el devenir en su trayectoria pictórica. Por cuestiones profesionales, del descubrimiento de la maternidad y de la tesis doctoral, aparcó de forma momentánea los pinceles. Al retomar la actividad pictórica sintió que había perdido el norte, el sentido de lo que había estado haciendo hasta entonces. Así que se planteó volver a donde lo dejó, a repetir aquellos trabajos que sabía gustaban al público. “No tenía espacio ni tiempo para retomar el óleo, así que me decanté por la acuarela, que puedes reanudar en cualquier momento, no requiere de tanta técnica y es mucho más práctica”, explica la artista. Es lo que en las Facultades de Bellas Artes llaman ‘parar para poder seguir’. Para salir del laberinto creativo. Para hacer algo completamente diferente y ver a dónde te lleva.
La autora es licenciada en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco-EHU y el año pasado obtuvo el doctorado Cum Laude en Teoría y Práctica de la pintura con la calificación de sobresaliente con la tesis ‘Análisis y desarrollo del paisaje onírico y surrealista’. A Ana Oniria Rodríguez le pasó lo que a muchos creadores sin musa. Estaba a punto de terminar la carrera y no tenía claro el estilo en el que encajaba. Pero allí estaba Santiago Ortega, que fue profesor suyo en la facultad y años después tutelaría su tesis, para indicarle el camino a seguir. “Recuerdo sus palabras como si fuera ayer; me dijo relájate, deja que salga, júntalo todo, haz una revisión y miramos. Fue entonces cuando empecé a verlo un poco más claro. Sobre todo, a descubrir qué era lo que de verdad me interesaba”, evoca. En esa búsqueda de su propio estilo fue cuando aparecieron las acuarelas. “Me llamaban la atención, pero no encajaban en mis paisajes, así que tuve que desdoblarme y llevarlas por otros derroteros”, asegura la artista.
Fue así como pasó de personajes figurativos, inertes, sin rostro ni gestos a las alegorías estacionales, mujeres voluptuosas, coloristas, exuberantes y de mirada tierna. Como las grandes cosas del mundo, surgió por casualidad. Estaba ultimando la obra ‘Lavanda’, la última sin semblante, y se dijo que había llegado el momento de hacer alto distinto. De dar un giro radical. Tal vez ahondar en el mundo de las metáforas. Dicho y hecho. Así es como aparecieron nuevos personajes. Con gestos y expresiones propias. “Nada más terminar la primera, me gustó el resultado. Un estilo más ilustrativo, en la línea de Mucha. Y me dejé llevar. Árboles, caras, estampados, telas. Para que luego surgiera otra pregunta: ¿y por qué tengo que rotular los volúmenes? Es lo que tiene el coger carrerilla, que según pruebas cosas te vas cuestionando otras”, explica Ana Oniria Rodríguez. Ella admite que se siente identificada con estas acuarelas y tintas. Y que le interesa muy mucho la opinión del espectador. Porque al fin y al cabo, una de las funciones más antiguas del arte es la de complacer. “Me gusta que siga siendo así”, dice.
Ana Oniria Rodríguez concurrirá al Certamen de Mujeres Artistas de Castilla-La Mancha con ‘Eva Luna’ y ‘Aparición de Jane Austen con taza y cuchara supergigantes en una tarde de otoño”, los dos últimos óleos en los que ha estado trabajando. “Las críticas de la tesis doctoral me subieron la autoestima e hizo que recuperase la confianza en lo que estaba haciendo”, apostilla. Con una obra ya consolidada, ocho años residiendo en Guadalajara y una veintena de exposiciones a sus espaldas, además de becas, publicaciones y estudios, se dijo que había llegado el momento de intentarlo. El proyecto con el que se presenta a este concurso abunda en el estilo que le caracteriza y donde emplea un lenguaje que habla de paisajes idealizados y oníricos. “Trazos y formas que tienen una base, una plasticidad, un sentido artístico y plástico más complejo”, opina.
Esta artista pictórica residente en Valdeluz se dedica en la actualidad a la docencia, “una parcela que es absolutamente vocacional”. Da clases de pintura a cerca de 80 alumnos en los Centros de Día del Alamín, La Rosaleda y ‘Manolito Taberné’ de Guadalajara, el Centro de Mayores de Cabanillas del Campo y el Centro de Día ‘Las Fuentes’ de Marchamalo. Esta faceta le ha permitido tener más tiempo para la pintura. Después de un año y medio en el ostracismo, volver a recuperar esta actividad junto a personas a las que les encanta este arte, a coger los pinceles y oler los óleos, ha sido una “experiencia balsámica”. “Como volver a dar vida a algo que creía muerto”, asegura.