Consolidada y restaurada la parte de pintura mural del presbiterio de la Iglesia de Santiago de Sigüenza que aún se conserva
Durante quince días, el restaurador Alejandro Pajares ha estado trabajando en la recuperación de los restos de la pintura mural del presbiterio para devolverle parte del esplendor que tuvo tiempo atrás
martes 16 de junio de 2020, 12:52h
El pasado 29 de mayo finalizaron los trabajos de recuperación de los restos de la pintura mural de la pared principal del presbiterio de la Iglesia de Santiago de Sigüenza. Los ha realizado el guadalajareño Alejandro Pajares. Han sido unos días intensos para realizar un delicadísimo trabajado en el que solo ha intervenido el restaurador. Al deterioro, tanto de la pintura como de los estratos de muro sobre los que está plasmada, hay que añadirle la dificultad que tiene trabajar en altura y con falta de visibilidad debido a la necesidad de colocación de andamiaje para llegar hasta la zona en cuestión. “Como presidenta de la AAISS, debo dar las gracias a Alejandro Pajares por su trabajo y dedicación, que ha llevado a cabo con maestría, como todo lo que hace”, valora Elena Guijarro, presidenta de la Asociación de Amigos de la Iglesia de Santiago (AAISS), cuyo fin es el de convertir el edificio en el Centro de Interpretación del Románico en la provincia de Guadalajara.
Todo el procedimiento de estudio, consolidación y restauración ha quedado recogido en fotografías, videos y anotaciones, en los que se documenta el estado antes, durante y después de los tratamientos y que posteriormente formarán parte del informe técnico en el que quedarán reflejados todos los procesos que se han llevado a cabo.
“Estos vídeos, en los que se pueden observar los trabajos de reintegración, podrían formar parte de la información que se proyecte en el futuro centro de interpretación para que los visitantes conozcan como se ha llegado a los resultados finales”, comenta el restaurador. Para Pajares, lo más difícil ha sido trabajar con los andamios que hacían que se perdiera la visión integral de la obra y dificultaban a la hora de hacer fotografías, algo imprescindible, ya que para la reintegración de parte de la pintura “ha sido necesario procesar las imágenes con un programa que realza la intensidad de los colores para comprender mejor las formas de la impronta que permanecía en el mural”, sigue.
La restauración se ha realizado en tres fases: Consolidación del soporte de la pintura mural con respecto al muro (el soporte de la pintura se compone de dos capas: el arricio, más tosco, y el intonaco, más fino, que recibe la pintura); consolidación de la pintura mural; y reintegración cromática mediante riggatino, técnica de superposición de colores para que se mezclen en la retina.
Por orden cronológico, la primera ha sido la consolidación del soporte, ya que los estratos del enlucido sobre los que está la pintura se encontraban bastante deteriorados, en algunos puntos con bolsas huecas y en otros con riesgo de desprendimiento. Además, había daños producidos por piquetadas en la parte interior de la pintura, señal de que el mural fue cubierto por otros enlucidos. “Estas piquetadas son debidas a que cuando se cubría una pared pintada con una capa de yeso, se utilizaban estos pequeños golpes para que el nuevo mortero agarrara mejor. Es una técnica muy utilizada en albañilería”, explica Alejandro.
Para esta consolidación de estratos, se han inyectado morteros de cal, naturales y homogéneos, compatibles con los existentes, para conseguir una correcta sujeción de los sustratos, especialmente en las zonas donde existían bolsas. En el resto del mural, debido a la fragilidad de las capas, se han aprovechado esas piquetadas para hacer en ellas unos pequeños agujeros por los que realizar el inyectado. Por último, Pajares también ha recogido con mortero toda la zona perimetral del mural conservado para evitar cualquier tipo de desprendimiento.
Tan importante como la consolidación de los estratos de soporte de la pintura, ha sido el hecho de poder dar legibilidad al mural, es decir, que al mirarlo se pudiera vislumbrar cómo habría sido en su origen. En eso ha consistido la segunda fase de la restauración. Antes, lo único que se percibían eran dos grandes manchas de pintura, una azul y otra de color sepia, pero después de la gran labor realizada por Alejandro, ha quedado patente la existencia de figuras que de antemano eran imposibles de adivinar.
Tras el descubrimiento de las figuras, lo que se revela iconográficamente son unos ángeles que descorren dos telones. La escena se situaría a ambos lados de la ventana central, de modo que tanto a su izquierda como a su derecha aparece un ángel abriendo hacia arriba cada uno de los telones. Por encima de ellos, aparecen otros dos ángeles, igualmente uno a la izquierda y otro a la derecha. Las figuras de estos últimos no están completas, pero lo que sí se puede apreciar es que el de la derecha es alado y está de espaldas con la cabeza girada mirando hacia el centro y los brazos hacia arriba, aunque no se puede definir si también estaría descorriendo el telón o, como en iconografías similares, pudiera estar tocando algún instrumento, ya que la mano izquierda se pierde a partir de la muñeca. “En cuanto a los ángeles que están más cercanos a la ventana, el de la parte derecha se encontraba en peor estado y había perdido mayor cantidad de pigmentos por lo que en el resultado final ha quedado con unos colores más apagados, pero aun así se ha conseguido hacer legible el escorzo de su postura. El ángel de la izquierda conservaba mejor las capas de pintura y, aunque tenía perdida la cabeza, ha sido más fácil trabajar en él”.
Analizando la escena completa, se interpreta que esta pintura intentaba realzar la parte central del paño, zona donde se corta el mural y da paso a la ventana. Podría haber existido en el lugar un retablo o una pieza en relieve dedicado, a deducir por la iconografía, a la Virgen María, y completado con un mural en el que los ángeles abren los telones para mostrárnoslo.
La técnica utilizada para la restauración cromática ha sido el riggatino, método reversible que consiste en completar las lagunas interiores de las masas de pintura a base de rayas perpendiculares con pigmentos estables totalmente discernibles. Con ello se consigue rellenar progresivamente las partes incompletas que se generan al tapar los huecos de las piquetadas. Para ello se aplica lo que se denomina “psicología de la imagen”, es decir, se aprovecha la circunstancia de que el cerebro tiende a completar las imágenes. En la parte superior y en la izquierda no había forma de completar el dibujo por lo que se ha optado por aplicar unas tintas para que las partes blancas se integraran en la imagen general.
El estado de la pintura en sí era muy pulverulento, por lo que la última fase de la restauración ha consistido en la consolidación de los pigmentos a base de resinas acrílicas para darles estabilidad y evitar que, con el tiempo, se perdieran más partículas de color.
Con respecto a la calidad artística del mural, lo que se perciben no son pinturas de una gran definición sino que están realizadas con grandes trazos por lo que se deduce que están hechas para ser vistas desde abajo. El ángel con alas, está pintado con trazos muy simples, pero según se aleja el espectador y va observando desde la perspectiva inferior, se puede percibir su gesto, al tiempo que la pintura va cobrando sentido. Es posible que lo que se conserva actualmente sea la impronta de un mural mayor cuya pintura final habría tenido más detalle, lo que se desprende del ribete de crestería con forma de cruces de distintos tonos cromáticos que remata uno de los telones.
“Este ha sido un paso más hacia la restauración total de un edificio que poco a poco va recuperando su esplendor y que esperamos, ya muy pronto, que se acabe convirtiendo en el Centro de Interpretación del Románico de la provincia”, termina Elena Guijarro.